Repsol no es España
17 Abril 2012
Juan
Torres López
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
La única manera de
entender las razones que provocan el furor con que el gobierno español, los
medios de comunicación y tantos tertulianos de toda laya defienden a Repsol no
puede ser otra que comprobar el amplio listado de ex autoridades del Estado,
incluyendo actuales ministros, que han estado en su nómina, las miles de
páginas y horas de su publicidad que financian a los medios y quién sabe qué
otro tipo de influencias más inconfensables e inconfesadas.
Defender la españolidad
de Repsol es algo demasiado forzado y olvidar que los que ahora lo hacen con
tanto ímpetu fueron, en su gran mayoría, los que promovieron y llevaron a cabo
la privatización de empresas que entonces sí que eran efectivamente españolas,
no solo porque la totalidad o la inmensa mayoría de su capital era español, lo
que quizá incluso sea lo de menos, sino porque la estrategia empresarial que
perseguían respondía a intereses nacionales y no globales que apenas si
repercuten en el progreso de España y en el bienestar de sus ciudadanos.
Desde que fue
privatizada, Repsol tiene su cerebro y su alma puestos en otros lugares e
intereses y no se puede decir que haya sido España en su conjunto quien se haya
beneficiado de su actividad empresarial. Utiliza paraísos fiscales para tratar
de tener aquí la menor carga fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de
pequeñas y medianas empresas española al someterlas a condiciones de pagos
draconianas a pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y
liquidez suficientes.
Es por ello una perversión
inaudita que el gobierno y ex políticos en su nómina salgan a defenderla y que
no dijeran nada cuando Repsol actuaba de esa manera lesiva para la economía
nacional.
Y si la actuación en
España de Repsol ha resultado tan escasamente beneficiosa para nuestros
intereses nacionales su comportamiento en el exterior resulta sencillamente
vergonzoso y justifica que los españoles “de bien y como Dios manda”, por
utilizar la expresión que tanto le gusta a Mariano Rajoy, hubieran condenado
hace tiempo sus desmanes y tropelías, especialmente, por cierto, en las tierras
que en los discursos oficiales tanto alabamos considerándolas como nuestras
hermanas. En Ecuador, Bolivia y otras latitudes ha provocado grandes daños
medioambientales y sociales y vulnera constantemente los derechos humanos de
pueblos enteros, generando una ingente deuda ecológica allí donde actúa. Como
otras multinacionales, que en realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha
promovido gobiernos totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la
exonerasen de pagar impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han
exigido ha puesto el grito en el cielo y recurrido a su españolidad, como
ahora, para recabar el apoyo de gobiernos y medios de comunicación.
¿Dónde estaban entonces
los defensores del libre mercado y la competencia, de la justicia, la libertad
y los derechos humanos?
En Argentina, como en
otros países, Repsol utiliza las respectivas filiales nacionales, como hacen
todas las empresas multinacionales, para fijar los llamados “precios de
transferencia” (artificialmente bajos para hacer que aparezcan pérdidas allí
donde conviene y beneficios en donde pueden conseguir tratamiento fiscal y
condiciones políticas más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de
los recursos nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las
necesidades de la población y satisfaga los respectivos intereses nacionales,
se utiliza como parte de una estrategia de maximización de beneficios global
que, entre otras cosas, pasa por considerar al petróleo, y al resto de las
materias primas, como una commodity, es
decir, no solo un bien orientado a la producción y el consumo sino, sobre todo,
a su utilización como activo financiero para especular con él en los mercados.
Confundir los intereses
de Repsol con los de España es un insulto a la inteligencia de los españoles.
Ni es española por la composición de su capital -mayoritariamente en manos de
intereses extranjeros-, ni por la estrategia empresarial que persigue ni, como
he dicho, porque beneficie principal o sustancialmente a las familias o
empresas españolas. Más bien todo lo contrario.
Y la defensa numantina
que ahora quiere hacer de Repsol el gobierno resulta verdaderamente patética y
vergonzosa cuando día a día se somete sin más a los mercados, a los bancos que
han provocado la crisis, a los grandes grupos empresariales y al gobierno
alemán que impone medidas totalmente lesivas para los intereses españoles. ¡Eso
sí que merecería una respuesta valiente y patriota por parte de nuestro gobierno
y de los medios de comunicación!
Lo que está haciendo el
gobierno es patético y se debe decir claramente: no está defendiendo los
intereses de España y de sus ciudadanos, como dice, sino de una gran empresa a
la que España, el bienestar de su población o la situación de las
empresas que verdaderamente están aquí tratando de sacar adelante la
actividad y el empleo sin gozar del apoyo y los privilegios de Repsol, le
importan un rábano en el día a día de sus actuaciones
Ya está bien de tanto
teatro y de tanta sumisión ante los grandes. Lo que necesitamos en España no
son precisamente repsoles que se
dediquen a ganar dinero a espuertas en Argentina y otros países a base de mal
explotar sus recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios a paraísos
fiscales, sino un gobierno digno que se plante ante quienes de verdad están
llevando a la ruina a la economía española.
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