Se nos dijo con tiempo. La idea era unir fuerzas en Getafe.
Sabíamos que otros cinco desahucios se iba a lleva a cabo en Villaverde. Los
cinco a la vez y a madres solteras. Madrid entera se iba a encontrar parándolos.
Por eso necesitábamos que Getafe entero se volcara en el desahucio de Rafa.
Su historia es la de muchas familias de España. Adquiere una
hipoteca para una casa que en ese momento sí puede pagar por tener trabajo.
Pero la cantidad a pagar cada mes asciende de 800 euros a 1300. Y no sólo eso,
sino que estalla la burbuja. A Rafa le echan del trabajo y decide que prefiere
salvaguardar lo poco que le dan de paro para volverse a su país. Y así, comienza
el proceso de desahucio.
Pero Getafe unió fuerzas. Toda la calle bloqueada por
personas gritando. Pancartas, altavoces. Un bote, dos botes, y así pasamos la
mañana. Más de ochenta personas luchando por Rafa. En el ambiente se notaba
esperanza, se respiraba lucha. Pero no miedo. No teníamos miedo. Éramos un pueblo
unido contra la injusticia que supone echar a la gente de sus casas, de sus
primeras viviendas, mientras se rescatan bancos. Mientras se nacionaliza SU
deuda. ¿Y que hay más poderoso que la unión de la clase obrera?
A las siete y media de la mañana ya somos un buen número de
gente a la entrada de su portal. El desahucio va a tener lugar, dicen a las doce.
Muchos han dormido en casa de Rafa por si acaso decide la policía aparecer
antes. Los nervios de primeras horas por la mañana aliviados con el primer café
y las risas por los ronquidos de algunos que no dejaban dormir por la noche
¿Quién dijo que la lucha no pudiera ser divertida? Se hacen bromas, pequeños
chistecillos privados que hacen saltar la más traicionera carcajada.
Se encienden los altavoces. Se cuelgan las pancartas por la
calle. Un bote, dos botes, botín el que no bote. Nos duelen las gargantas de
tanto gritar. Pero quién dice que vamos a parar. Valientes se atreven a coger
el altavoz. Se cantan grandes himnos y se gritan consignas. Y la mañana
desaparece para dar lugar al sol de mediodía. Un gran grupo nos hemos subido al
rellano. Estamos dispuestos a hacer todo lo posible para que la policía no
pueda pasar. Nos organizamos los de abajo con los de arriba. Está claro: Rafa
se queda.
Pero la policía no aparece. Pasan cinco minutos de las doce.
Diez minutos. Un cuarto de hora. Y nos miramos confusos. Porque ya tendría que
estar la zona acordonada y, sin embargo, de abajo sólo se escucha a la gente
gritar. Llaman del juzgado. Suspenden el desahucio por un mes, le dicen. La
alegría, los nervios de una batalla ganada se sienten en el salón de su casa.
Cámaras grabando las sonrisas de la gente que, aún no saben si esto es de
verdad, si es una broma o un mal sueño.
Escrito por: @Elena_rvs
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