La organización Local de IU Getafe organizó, el pasado 24 de Septiembre, una Conferencia – Debate público acerca de la problemática reseñada en el titular. Resultó ser una iniciativa cuya utilidad y oportunidad están a la vista, habida cuenta del tsunami financiero (con sus correspondientes repercusiones económicas y sociales), que sacude al mundo y del que aún, lamentablemente, queda mucho por ver, y por hablar.
Asistimos a la crisis global del sistema neoliberal capitalista, agudizada en su versión extrema anglosajona, provocada por ansias ilimitadas de acumulación privada e ilícita de ganancias y beneficios, sin ningún tipo de cortapisas, sin regulaciones y garantías mínimas básicas.
Aparece el Capitalismo salvaje en su estado puro: aparece su verdadera naturaleza especulativa, corrupta y parasitaria, desbocada y envalentonada a raíz de las profundas transformaciones geopolíticas de inicios de los años 90, y del imperio del pensamiento único.
En ese contexto, las libertades y los valores democráticos, humanistas, así como las políticas sociales y los servicios públicos quedan a los pies de los caballos: surge con vehemencia el descomunal poder de los mercados financieros y su predominio total y absoluto sobre la Política, sobre el conjunto de la Sociedad.
La trilogía compuesta por Bancos, Bolsas y grandes corporaciones transnacionales es la expresión orgánica de un conjunto sistémico que lo invade y lo domina todo.
Ante la quiebra del sistema, ante este “Pearl Harbour Financiero”, las terapias de choque son sobrecogedoras: en los EE.UU de América se invierten nada menos que 700.000 millones de Dólares del Estado (algo así como 100 billones de las antiguas pesetas), para salvar Wall Street, auténtico corazón y motor del sistema financiero mundial; en Europa, la UE da luz verde a los Estados para rescatar sus entidades financieras; los Bancos Centrales inundan los mercados de Dólares y de Euros; así, el Banco Central Europeo y los gobiernos de Gran Bretaña, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Dinamarca, Alemania, Francia, Holanda....inyectan miles de millones de euros en sus sistemas financieros y bancarios; por su parte, y en medio de este caos, el BSCH-Santander, que anuncia unas ganancias de 10.000 millones de euros netos en 2008 (un 10,3 % mas que en 2007), se dedica a comprar por doquier activos y entidades bancarias.
De este cuadro indicativo se desprenden al menos dos consideraciones centrales:
1. Todas estos movimientos y sacudidas de fondo están sirviendo para llevar a cabo una profunda reestructuración del poder financiero, una nueva redistribución de la riqueza planetaria, una intensa concentración del capital y de los mercados.
2. Socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias; utilización del dinero público para sanear y reflotar bancos, empresas y entidades privadas. Ahora el Estado se encarga de comprar los cuantiosos activos bancarios contaminados por las hipotecas basura, para después revenderlos, privatizarlos, cuando la situación se estabilice y escampe la tempestad.
El recurso al “Papá Estado”, ahora sí vale, cuando vienen mal dadas, para aquellos gurús e instituciones financieras que, cuando les va bien, en época de vacas gordas, impulsan y pregonan el “Estado cero” jibarizado y ausente.
Mientras tanto se somete a un nuevo castigo fiscal a los contribuyentes: son ellos los que pagan los costes derivados de la especulación, la avaricia y la corrupción de los mercados financieros.
La especulación y corrupción reinantes en el sistema financiero global hacen que se ponga en circulación una descomunal cantidad de dinero ficticio, virtual, inexistente; capitales que actúan y se mueven al margen de la economía útil, real, productiva. (las conocidas burbujas)
Estos movimientos incontrolados de capitales mafiosos generan consecuencias nefastas sobre el crecimiento económico (en disminución), sobre el empleo (aumento del paro) y sobre el poder adquisitivo (en retroceso, aumento de la carestía, deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de las gentes).
Estamos ante un gigantesco hurto: meter las manos en las arcas públicas para salvar a los grandes tiburones de las Finanzas, responsables directos de este desastre, junto a los gobiernos cómplices, y no para determinar ayudas y subvenciones que contribuyan a aliviar las penurias, dificultades y angustias que se instalan entre amplios sectores populares y mayorías sociales.
Subvencionar a los depredadores es obsceno.
Tan es así que el propio Presidente del Parlamento Europeo, el democristiano alemán Hans Gert Poettering, acaba de declarar que “no se pueden dar 700.000 millones de dólares de los contribuyentes para salvar el sistema financiero, y no para luchar contra el hambre en el mundo. Esto no es aceptable”. Pos su parte, el Presidente francés Nicolas Sarkozy, uno de los arietes más significativos de las políticas contrasociales y de ajuste duro, se descuelga afirmando la necesidad de “refundar el capitalismo sobre las bases éticas”, como si ambos extremos fuesen compatibles.
Como afirma Antonio Gala: “algo huele a podrido en los EEUU y en el entero sistema dominante”.
En esta encrucijada, uno de los riesgos más graves de este momento histórico es que Estados Unidos y sus aliados pretendan limitar o detener la decadencia del sistema con el recurso a una guerra generalizada de imprevisibles consecuencias.Por eso, una de las cuestiones centrales que la izquierda, que el conjunto de las fuerzas políticas y sociales democráticas y progresistas, debe plantearse, es la búsqueda de una nueva civilización. Hay que tener ideales y pautas de conducta; hay que crear un nuevo discurso capaz de enfrentarse con éxito y solvencia al del capital.
Asistimos a la crisis global del sistema neoliberal capitalista, agudizada en su versión extrema anglosajona, provocada por ansias ilimitadas de acumulación privada e ilícita de ganancias y beneficios, sin ningún tipo de cortapisas, sin regulaciones y garantías mínimas básicas.
Aparece el Capitalismo salvaje en su estado puro: aparece su verdadera naturaleza especulativa, corrupta y parasitaria, desbocada y envalentonada a raíz de las profundas transformaciones geopolíticas de inicios de los años 90, y del imperio del pensamiento único.
En ese contexto, las libertades y los valores democráticos, humanistas, así como las políticas sociales y los servicios públicos quedan a los pies de los caballos: surge con vehemencia el descomunal poder de los mercados financieros y su predominio total y absoluto sobre la Política, sobre el conjunto de la Sociedad.
La trilogía compuesta por Bancos, Bolsas y grandes corporaciones transnacionales es la expresión orgánica de un conjunto sistémico que lo invade y lo domina todo.
Ante la quiebra del sistema, ante este “Pearl Harbour Financiero”, las terapias de choque son sobrecogedoras: en los EE.UU de América se invierten nada menos que 700.000 millones de Dólares del Estado (algo así como 100 billones de las antiguas pesetas), para salvar Wall Street, auténtico corazón y motor del sistema financiero mundial; en Europa, la UE da luz verde a los Estados para rescatar sus entidades financieras; los Bancos Centrales inundan los mercados de Dólares y de Euros; así, el Banco Central Europeo y los gobiernos de Gran Bretaña, Bélgica, Suiza, Luxemburgo, Dinamarca, Alemania, Francia, Holanda....inyectan miles de millones de euros en sus sistemas financieros y bancarios; por su parte, y en medio de este caos, el BSCH-Santander, que anuncia unas ganancias de 10.000 millones de euros netos en 2008 (un 10,3 % mas que en 2007), se dedica a comprar por doquier activos y entidades bancarias.
De este cuadro indicativo se desprenden al menos dos consideraciones centrales:
1. Todas estos movimientos y sacudidas de fondo están sirviendo para llevar a cabo una profunda reestructuración del poder financiero, una nueva redistribución de la riqueza planetaria, una intensa concentración del capital y de los mercados.
2. Socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias; utilización del dinero público para sanear y reflotar bancos, empresas y entidades privadas. Ahora el Estado se encarga de comprar los cuantiosos activos bancarios contaminados por las hipotecas basura, para después revenderlos, privatizarlos, cuando la situación se estabilice y escampe la tempestad.
El recurso al “Papá Estado”, ahora sí vale, cuando vienen mal dadas, para aquellos gurús e instituciones financieras que, cuando les va bien, en época de vacas gordas, impulsan y pregonan el “Estado cero” jibarizado y ausente.
Mientras tanto se somete a un nuevo castigo fiscal a los contribuyentes: son ellos los que pagan los costes derivados de la especulación, la avaricia y la corrupción de los mercados financieros.
La especulación y corrupción reinantes en el sistema financiero global hacen que se ponga en circulación una descomunal cantidad de dinero ficticio, virtual, inexistente; capitales que actúan y se mueven al margen de la economía útil, real, productiva. (las conocidas burbujas)
Estos movimientos incontrolados de capitales mafiosos generan consecuencias nefastas sobre el crecimiento económico (en disminución), sobre el empleo (aumento del paro) y sobre el poder adquisitivo (en retroceso, aumento de la carestía, deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de las gentes).
Estamos ante un gigantesco hurto: meter las manos en las arcas públicas para salvar a los grandes tiburones de las Finanzas, responsables directos de este desastre, junto a los gobiernos cómplices, y no para determinar ayudas y subvenciones que contribuyan a aliviar las penurias, dificultades y angustias que se instalan entre amplios sectores populares y mayorías sociales.
Subvencionar a los depredadores es obsceno.
Tan es así que el propio Presidente del Parlamento Europeo, el democristiano alemán Hans Gert Poettering, acaba de declarar que “no se pueden dar 700.000 millones de dólares de los contribuyentes para salvar el sistema financiero, y no para luchar contra el hambre en el mundo. Esto no es aceptable”. Pos su parte, el Presidente francés Nicolas Sarkozy, uno de los arietes más significativos de las políticas contrasociales y de ajuste duro, se descuelga afirmando la necesidad de “refundar el capitalismo sobre las bases éticas”, como si ambos extremos fuesen compatibles.
Como afirma Antonio Gala: “algo huele a podrido en los EEUU y en el entero sistema dominante”.
En esta encrucijada, uno de los riesgos más graves de este momento histórico es que Estados Unidos y sus aliados pretendan limitar o detener la decadencia del sistema con el recurso a una guerra generalizada de imprevisibles consecuencias.Por eso, una de las cuestiones centrales que la izquierda, que el conjunto de las fuerzas políticas y sociales democráticas y progresistas, debe plantearse, es la búsqueda de una nueva civilización. Hay que tener ideales y pautas de conducta; hay que crear un nuevo discurso capaz de enfrentarse con éxito y solvencia al del capital.
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