lunes, 16 de septiembre de 2013

Crónica de un desahucio

Se nos dijo con tiempo. La idea era unir fuerzas en Getafe. Sabíamos que otros cinco desahucios se iba a lleva a cabo en Villaverde. Los cinco a la vez y a madres solteras. Madrid entera se iba a encontrar parándolos. Por eso necesitábamos que Getafe entero se volcara en el desahucio de Rafa.

Su historia es la de muchas familias de España. Adquiere una hipoteca para una casa que en ese momento sí puede pagar por tener trabajo. Pero la cantidad a pagar cada mes asciende de 800 euros a 1300. Y no sólo eso, sino que estalla la burbuja. A Rafa le echan del trabajo y decide que prefiere salvaguardar lo poco que le dan de paro para volverse a su país. Y así, comienza el proceso de desahucio.

Pero Getafe unió fuerzas. Toda la calle bloqueada por personas gritando. Pancartas, altavoces. Un bote, dos botes, y así pasamos la mañana. Más de ochenta personas luchando por Rafa. En el ambiente se notaba esperanza, se respiraba lucha. Pero no miedo. No teníamos miedo. Éramos un pueblo unido contra la injusticia que supone echar a la gente de sus casas, de sus primeras viviendas, mientras se rescatan bancos. Mientras se nacionaliza SU deuda. ¿Y que hay más poderoso que la unión de la clase obrera?

A las siete y media de la mañana ya somos un buen número de gente a la entrada de su portal. El desahucio va a tener lugar, dicen a las doce. Muchos han dormido en casa de Rafa por si acaso decide la policía aparecer antes. Los nervios de primeras horas por la mañana aliviados con el primer café y las risas por los ronquidos de algunos que no dejaban dormir por la noche ¿Quién dijo que la lucha no pudiera ser divertida? Se hacen bromas, pequeños chistecillos privados que hacen saltar la más traicionera carcajada.

Se encienden los altavoces. Se cuelgan las pancartas por la calle. Un bote, dos botes, botín el que no bote. Nos duelen las gargantas de tanto gritar. Pero quién dice que vamos a parar. Valientes se atreven a coger el altavoz. Se cantan grandes himnos y se gritan consignas. Y la mañana desaparece para dar lugar al sol de mediodía. Un gran grupo nos hemos subido al rellano. Estamos dispuestos a hacer todo lo posible para que la policía no pueda pasar. Nos organizamos los de abajo con los de arriba. Está claro: Rafa se queda.

Pero la policía no aparece. Pasan cinco minutos de las doce. Diez minutos. Un cuarto de hora. Y nos miramos confusos. Porque ya tendría que estar la zona acordonada y, sin embargo, de abajo sólo se escucha a la gente gritar. Llaman del juzgado. Suspenden el desahucio por un mes, le dicen. La alegría, los nervios de una batalla ganada se sienten en el salón de su casa. Cámaras grabando las sonrisas de la gente que, aún no saben si esto es de verdad, si es una broma o un mal sueño.

Lo decía emocionado por el altavoz cuando por fin bajo a la calle: “Necesitamos denunciar esta situación. Por el futuro de España”. Y por el futuro 


Escrito por: @Elena_rvs 
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